Cuentos; Con mi última neurona.

El país de los hombres pez.

Se conocía así porque la gente apenas era capaz de recordar que había hecho la semana anterior, ¿qué como podía funcionar este mundo? -Se preguntará el lector-, pues intente recordar el lunes lo que comió el jueves.

Lo que más me sorprendió debió ser que todo fuera tan similar a mi mundo, quizás esperaba encontrar casas a medio construir o arboles a medio podar, era evidente que aun con sus limitaciones, los obreros reconocían la parte de trabajo que faltaba y la iban terminando conforme se hacía evidente, aun así no entendía muy bien como recordaban cual debía ser el final, pues apenas sabían leer; Los que no lo hacían en unos días ya no eran capaces de volverlo a hacer, parecía que una mano invisible los ayudara a continuar lo empezado.

Pregunté a alguno de ellos y por supuesto fueron incapaces de contestarme, se limitaban a reconocer que solo hacían lo que alguien que decía estar al mando en ese momento les ordenaba, no ponían en duda su autoridad o lo que les decía, porque no podían estar seguros de que no fuera así. Aceptaban todo como se presentaba porque las cosas eran como debían ser... suponían.

Creo que desde el mismo momento que empecé a hacer preguntas se sentí observado, aunque no sabía muy bien por quien y eso volvía esa sensación aun más incómoda. 
Un coche de policía paró junto a mí y me pidió que subiera, debía acompañarlos, aunque por supuesto no supieron decirme porqué; Alguien se lo había ordenado.
Llegue a un gran edificio y me hicieron pasar a un despacho en el que alguien me recibió.

- Bienvenido a nuestra ciudad,
- No es la forma más cordial de recibir a la gente.
- Es posible, la verdad es que tenemos pocas visitas, no nos gustan demasiado, ni nos gusta que vayan preguntando.
- Es normal que tengan pocas visitas, pero también es normal que al ser un mundo tan diferente, o bueno, tan especial,  haga alguna pregunta, no pretendía molestar.
- Verá... las características inusuales de esta ciudad hacen que el orden sea muy frágil, No podemos permitir que algunas preguntas indiscretas lleguen a poner nerviosa a la población y puedan alterar el orden.
-Usted, no es como ellos, usted si puede recordar, (no debí haber dicho eso en alto)
- Me temo que ha descubierto un secreto a voces, aunque para nuestros ciudadanos demasiado peligroso
- Si, y ahora entiendo que haya pocas visitas, supongo que nadie vuelve para contarlo.
- Vamos, No sea dramático, es complicado llegar hasta aquí y tenemos de verdad pocos turistas, Lo que ocurre es que los que llegan y descubren que unos pocos de nosotros somos como ellos, no quieren irse. Ustedes son muy valorados aquí, entienda que necesitamos personas que puedan recordar; Que interpreten los planos, que puedan leer, calcular, recordar normas, necesitamos  personas como usted que dirijan a esta pobre gente.
- ¿Tengo alternativa?
- La verdad es que no, no podemos permitir que se desvele que los que gobiernan son diferentes, eso podría provocar una revuelta. Para cuando se olvidase quizás ya habrían destruido el país, es lo peor que les podría pasar.
- De acuerdo, no tengo alternativas, me quedaré,tampoco pinta tan mal.
- ¡Excelente elección!. Ahora vaya a descansar y mañana veremos con que habilidades cuenta para ocupar un puesto en alguno de nuestros ministerios.

- Buenas tardes, le llevaré a su hotel y a dar una vuelta por nuestra ciudad para que conozca como funciona nuestro mundo y decida que puede hacer usted.
Verá que hay muchas estatuas de nuestro líder, comprenderá que a la gente hay que recordarle constantemente la cara de quien manda, eso es suficiente, la verdad es que no nos interesa que sepan mucho más.
Aquél es el hospital y el que está al lado el centro de nacimientos, es uno de los sitios a los que los funcionarios tenemos prohibido entrar, como ve, también hay secretos para nosotros.
-¿Hay alguna forma de distinguir a los funcionarios, como usted los llama?
-A simple vista, digamos que si ve a alguien con traje, es uno de los nuestros, aunque también lo son los oficiales del ejercito y la policía y los médicos, aunque  de estos hay pocos, casi todos los sanitarios son enfermeras o enfermeros.
Este es su hotel, mañana volveré a por usted, lo llevaré de nuevo ante el comisario y podrá decidir a que quiere dedicarse.
-¿Estoy detenido, podré salir a pasear?
- No está detenido, ahora es uno de los nuestros, pero será mejor que no haga preguntas, el comisario contestará cualquiera de sus dudas, a los ciudadanos es mejor no ponerlos nerviosos, como le habrán dicho, nuestro orden en muy frágil.

Salí en cuanto me aseguré que no habían dejado a nadie para que me espiase o me siguiera, aunque realmente no podía estar demasiado seguro de eso.
Desde que lo escuche, había sentido una curiosidad insana por descubrir que es lo que escondía el centro de nacimientos, pensé que ahí se escondía la respuesta a... A algo, no sabía muy bien a qué, pero también noté que habíamos llegado al hotel dando un poco más de vuelta para que yo supiese de la existencia de aquel lugar.

Salí en dirección contraria, pensando siempre en que alguien estaría vigilándome, aunque yo no lo viese. Di un gran rodeo observando cada calle, cada persona que me cruzaba, cada uno de los escasos coches. La gente parecía caminar sin saber muy bien a donde iba, aunque quizás era lo único que esos pobres podían saber en ese momento.
Llegue al hospital y volví a comprobar que nadie me había seguido, entré, una enfermera me preguntó que donde iba, le dije que era el nuevo doctor, que me indicase donde estaban las batas. Lo tomó como lo más normal del mundo, me llevó a una consulta vacía y allí cogí una.
Vestido de médico paseé por el gran edificio procurando no toparme con ningún otro médico, según dijo el funcionario ellos eran como yo.
Los edificios del hospital y el centro de nacimientos estaban unidos, así que había que buscar un pasillo que los conectase, eso sería más seguro que entrar por la puerta principal del edificio prohibido, parecía evidente.
Tras mucho deambular por fin llegué a un pasillo en el sótano que parecía ir en la dirección adecuada, lo crucé y entré a una gran sala llena de recién nacidos, no debían tener más de unos días de vida, pero todos parecían haber sido intervenidos, todos estaban en incubadoras y tenían la cabeza vendada. Entonces fue cuando entendí que los hombres pez no nacían sin memoria, al poco de nacer alguien se la robaba.

La puerta se abrió a mi espalda y el comisario entró escoltado por dos policías y algún médico.
- Me ha defraudado, habría encontrado un buen lugar para usted, como le dije necesitamos gente capaz para dirigir este mundo, pero nuestros secretos solo se pueden conocer cuando se está preparado, cuando se ha demostrado la lealtad y se comprende por qué tenemos que hacer esto para mantener el orden, para mantenerlo todo...

- Para mantenerse ustedes en el poder -interrumpí- ¿Qué va a pasar ahora conmigo?

- Pues lo que a todos los que como usted, no aceptan nuestro peculiar modo de vida, será intervenido por el doctor, pero no tema, a diferencia de usted, él si es un médico real, cuando salga de este centro, en unos pocos días habrá olvidado este incidente y será, ahora si, un ciudadano dócil y productivo, no tema, no le va a doler.

...De eso hace ya tres días, llevo dos con esta venda, solo recuerdo que mientras me sujetaban, aquel doctor me inyectó algo y que desperté aquí con dolor de cabeza.
Sé que pronto no recordaré ni eso, por eso escribo estas líneas, pero no sé durante cuanto tiempo seré capaz de leerlas. Ellos dijeron que si no dejaba de leer, podría seguir haciéndolo, pero no sé tampoco si me acordaré de eso, debo recordar, debo guardar estas hojas y recordar que ningún funcionario puede llegar a encontrarlas, debo recordar, quien soy, debo advertir a los nuevos que lleguen antes de que los cojan, solo ellos pueden ayudarme... siempre que no prefieran quedarse aquí.