El blog está de capa caída, lo tengo abandonado, así que vamos a meterle carnaza para ver si esto remonta. Me ha dicho un colega que para eso nada mejor que unas fotos de tias en pelotas, yo no entendí muy bien a que se refería pero... si eso es lo que el público quiere, se lo daremos.
23/3/19
17/3/19
Climatología chusquera
Disidencia climática a base de copi-pega:
Las predicciones científicas a la luz del materialismo
Juan Manuel Olarieta
Cuando se lee con un mínimo de atención cualquier clase de información
sobre el clima de la Tierra, llama la atención que la mayor parte de las
veces las conclusiones se apoyan en modelos o simulaciones
informáticas.
Es algo que se repite bastante en la actualidad en numerosas disciplinas científicas, que cada vez recurren más al ordenador que a la observación de la realidad, al laboratorio que a los trabajos de campo.
Un modelo climático (denominado MGC o modelo climático planetario) no es diferente de un programa de ordenador, eso que a veces se describe con el oxímoron de “realidad virtual”. En el mejor de los casos, no es la realidad sino un intento de simplificarla. En otros es una deformación grosera de esa misma realidad.
Decía Marx, que la modelización diferencia al hombre del resto de los animales. A diferencia de la abeja que construye un panel hexagonal con una precisión milimétrica, antes de levantar un edificio el arquitecto dibuja los planos. Antes de construir una nave espacial, los ingenieros hacen maquetas a escala reducida para probarla.
En medicina se llaman “ensayos clínicos”. Una vacuna que no supera un ensayo no se suministra ni al ganado; una nave que no supera una prueba, no se construye porque, en caso contrario, corre el riesgo de estallar más temprano que tarde.
Lo mismo ocurre con los modelos científicos. Los materialistas deberían saber muy bien lo que es el mundo real y lo que es ficción. La ciencia obtiene sus conclusiones de la realidad mientras que los modelos proyectan sobre ella una serie de concepciones establecidas de antemano. Todo modelo científico tiene un componente tautológico que crea una ilusión: da una apariencia de “demostración” de antemano de lo que pretende demostrar.
Son como las hipótesis: no demuestran nada, tienen que ser demostradas o, en otras palabras, lo que hay que demostrar es que el modelo se acerca a la realidad o la describe con una buena aproximación, con un margen de error tolerable.
Un territorio no es un mapa. La realidad tampoco se puede introducir en un laboratorio. A veces incluso cuando las pruebas “in vitro” salen bien, las pruebas “in vivo” no funcionan conforme a las expectativas.
Hay cientos de variables que afectan al clima, tales como la atmósfera, el océano, el hielo, la superficie terrestre, las erupciones volcánicas o las radiaciones solares. Además de variables hay mediciones, más o menos precisas, que se introducen en ellas.
Sin embargo, los modelos climáticos que se han utilizado hasta la fecha sólo incluyen un número muy reducido de variables y, en el colmo del reduccionismo, a los más cutres les oímos a veces hablar de una única: las emisiones del CO2 a la atmósfera.
Pero en el estado actual de la técnica, un modelo climático no mejoraría aunque se incluyeran muchas más variables y más parámetros, porque daría más errores y errores más sustanciales.
En esas condiciones tampoco sería posible calcular el futuro del clima sobre la Tierra porque los ordenadores más potentes que se han construido tardarían décadas en hacer los cálculos. Sería más rápido esperar “a ver qué pasa” que esperar a que un ordenador haga los cálculos.
Diversos organismos nacionales e internacionales llevan 30 años financiando unos modelos climáticos que son extraordinariamente limitados. Uno de los primeros modelos, muy simple, se probó en el viejo ordenador ENIAC. Al principio no tenían en cuenta los factores oceánicos, por ejemplo. Con el paso del tiempo, a medida que los ordenadores son más potentes, se introducen más variables y mediciones más precisas, que también han ido cambiando con el tiempo.
Actualmente los climatólogos utilizan casi 50 modelos climáticos diferentes, lo cual ya es un poco extraño porque si las leyes de la física son las mismas en todas partes, no se entienden las diferencias sustanciales que hay entre ellos (por no hablar de contradicciones).
Un modelo no es muy diferente de un programa de ordenador. Los informáticos saben que -la mayor parte de las veces- los ordenadores no dan sorpresas, no devuelven nada diferente a lo que se introduce en ellos y lo que se espera que respondan. Eso significa también que con diferentes modelos los mismos datos devuelven resultados diferentes.
Pero es que los datos también dejan mucho que desear. Las mediciones no son uniformes y la mayor parte de ellas son estimaciones, “a ojo de buen cubero”. Los datos “en bruto” se ajustan y se calibran en función de los propios resultados que se van obteniendo y, en cualquier caso, con un alto grado de arbitrariedad (1). Es un caso de “cocina estadística” que se puede calificar con más o menos elegancia. En un artículo Frederic Hourdin la llamó “El arte y la ciencia de afinar los modelos climáticos”(2). En una encuesta, 22 de los 23 principales centros de modelización climática confesaron a Hourdin que calibraban los parámetros para obtener lo que buscaban.
Hay, pues, un importante sesgo subjetivo y así podríamos seguir enumerando otras limitaciones de los modelos, diciendo cosas elementales, como que se pretenden obtener predicciones para el siglo XXI con datos del siglo XX. Por ejemplo, los modelos climáticos suponen que la actividad volcánica en los próximos 100 años será como ha sido hasta ahora.
A pesar de los enormes esfuerzos (y el dinero) desplegados hasta la fecha, los modelos climáticos utilizados son erróneos. El propio IPCC ha reconocido que “en la investigación y modelización climática, debemos reconocer que se trata de un sistema caótico no lineal acoplado y, por lo tanto, que la predicción a largo plazo de los estados climáticos futuros no es posible”(3).
La conclusión del IPCC es, una vez más, desastrosa. Una realidad compleja les conduce a arrojar la toalla. El clima no es “caótico” y, como cualquier otro fenómeno natural, se rige por leyes y, por consecuencia, se pueden hacer modelos y predicciones.
Los modelos son muy interesantes para la ciencia, incluso aunque fracasen, entre otras cosas porque se aprende mucho de los errores, desde luego más que de los aciertos. Lo mismo que un acelerador de partículas o un experimento de laboratorio, un modelo permite observar fenómenos que son imposibles de comprobar sobre el terreno.
Tan erróneo es asegurar que los modelos actuales son un acierto como decir que nunca se va a conseguir diseñar un buen modelo. Que los elaborados hasta ahora hayan fallado no significa que vayan a fallar siempre. Cualquier modelo vale lo que sus premisas y los climáticos no han fracasado sólo porque sus conclusiones no sean exactas, ya que la exactitud no existe, sino porque sus premisas son erróneas.
Ninguna ciencia puede renunciar a hacer predicciones y, por lo tanto, los científicos seguirán construyendo modelos de todo tipo, lo mismo que los millonarios siguen financiando programas informáticos para predecir las cotizaciones futuras de sus acciones en el mercado de valores, que son mucho más sencillas que el clima. De hecho, hoy la mayor parte de las compraventas de acciones las hacen los ordenadores de manera casi automática y cada corredor de bolsa tiene sus propios programas informáticos para hacerlo, lo que se corresponde a otros tantos modelos sobre el funcionamiento del mercado de valores.
Aunque el IPCC deja claro que “la predicción a largo plazo de los estados climáticos futuros no es posible”, los patanes dicen todo lo contrario para apoyar su rídícula seudociencia: “Los modelos permiten hacer proyecciones de cambio climático para los próximos siglos”, dice David Barriopedro, miembro del Instituto de Geociencias, naturalmente para acabar concluyendo que el calentamiento es “imparable” (4).
Como el resto de los humanos, algunos científicos no logran escapar de sus propias ilusiones. No hay nada más tradicional que engañarse a sí mismo.
Si en lugar del clima estuviéramos hablando de las maquetas de naves espaciales que no han superado ninguna de las pruebas a las que les han sometido los ingenieros aeroespaciales, nadie se metería en una de ellas para salir al espacio exterior.
Es algo que se repite bastante en la actualidad en numerosas disciplinas científicas, que cada vez recurren más al ordenador que a la observación de la realidad, al laboratorio que a los trabajos de campo.
Un modelo climático (denominado MGC o modelo climático planetario) no es diferente de un programa de ordenador, eso que a veces se describe con el oxímoron de “realidad virtual”. En el mejor de los casos, no es la realidad sino un intento de simplificarla. En otros es una deformación grosera de esa misma realidad.
Decía Marx, que la modelización diferencia al hombre del resto de los animales. A diferencia de la abeja que construye un panel hexagonal con una precisión milimétrica, antes de levantar un edificio el arquitecto dibuja los planos. Antes de construir una nave espacial, los ingenieros hacen maquetas a escala reducida para probarla.
En medicina se llaman “ensayos clínicos”. Una vacuna que no supera un ensayo no se suministra ni al ganado; una nave que no supera una prueba, no se construye porque, en caso contrario, corre el riesgo de estallar más temprano que tarde.
Lo mismo ocurre con los modelos científicos. Los materialistas deberían saber muy bien lo que es el mundo real y lo que es ficción. La ciencia obtiene sus conclusiones de la realidad mientras que los modelos proyectan sobre ella una serie de concepciones establecidas de antemano. Todo modelo científico tiene un componente tautológico que crea una ilusión: da una apariencia de “demostración” de antemano de lo que pretende demostrar.
Son como las hipótesis: no demuestran nada, tienen que ser demostradas o, en otras palabras, lo que hay que demostrar es que el modelo se acerca a la realidad o la describe con una buena aproximación, con un margen de error tolerable.
Un territorio no es un mapa. La realidad tampoco se puede introducir en un laboratorio. A veces incluso cuando las pruebas “in vitro” salen bien, las pruebas “in vivo” no funcionan conforme a las expectativas.
Hay cientos de variables que afectan al clima, tales como la atmósfera, el océano, el hielo, la superficie terrestre, las erupciones volcánicas o las radiaciones solares. Además de variables hay mediciones, más o menos precisas, que se introducen en ellas.
Sin embargo, los modelos climáticos que se han utilizado hasta la fecha sólo incluyen un número muy reducido de variables y, en el colmo del reduccionismo, a los más cutres les oímos a veces hablar de una única: las emisiones del CO2 a la atmósfera.
Pero en el estado actual de la técnica, un modelo climático no mejoraría aunque se incluyeran muchas más variables y más parámetros, porque daría más errores y errores más sustanciales.
En esas condiciones tampoco sería posible calcular el futuro del clima sobre la Tierra porque los ordenadores más potentes que se han construido tardarían décadas en hacer los cálculos. Sería más rápido esperar “a ver qué pasa” que esperar a que un ordenador haga los cálculos.
Diversos organismos nacionales e internacionales llevan 30 años financiando unos modelos climáticos que son extraordinariamente limitados. Uno de los primeros modelos, muy simple, se probó en el viejo ordenador ENIAC. Al principio no tenían en cuenta los factores oceánicos, por ejemplo. Con el paso del tiempo, a medida que los ordenadores son más potentes, se introducen más variables y mediciones más precisas, que también han ido cambiando con el tiempo.
Actualmente los climatólogos utilizan casi 50 modelos climáticos diferentes, lo cual ya es un poco extraño porque si las leyes de la física son las mismas en todas partes, no se entienden las diferencias sustanciales que hay entre ellos (por no hablar de contradicciones).
Un modelo no es muy diferente de un programa de ordenador. Los informáticos saben que -la mayor parte de las veces- los ordenadores no dan sorpresas, no devuelven nada diferente a lo que se introduce en ellos y lo que se espera que respondan. Eso significa también que con diferentes modelos los mismos datos devuelven resultados diferentes.
Pero es que los datos también dejan mucho que desear. Las mediciones no son uniformes y la mayor parte de ellas son estimaciones, “a ojo de buen cubero”. Los datos “en bruto” se ajustan y se calibran en función de los propios resultados que se van obteniendo y, en cualquier caso, con un alto grado de arbitrariedad (1). Es un caso de “cocina estadística” que se puede calificar con más o menos elegancia. En un artículo Frederic Hourdin la llamó “El arte y la ciencia de afinar los modelos climáticos”(2). En una encuesta, 22 de los 23 principales centros de modelización climática confesaron a Hourdin que calibraban los parámetros para obtener lo que buscaban.
Hay, pues, un importante sesgo subjetivo y así podríamos seguir enumerando otras limitaciones de los modelos, diciendo cosas elementales, como que se pretenden obtener predicciones para el siglo XXI con datos del siglo XX. Por ejemplo, los modelos climáticos suponen que la actividad volcánica en los próximos 100 años será como ha sido hasta ahora.
A pesar de los enormes esfuerzos (y el dinero) desplegados hasta la fecha, los modelos climáticos utilizados son erróneos. El propio IPCC ha reconocido que “en la investigación y modelización climática, debemos reconocer que se trata de un sistema caótico no lineal acoplado y, por lo tanto, que la predicción a largo plazo de los estados climáticos futuros no es posible”(3).
La conclusión del IPCC es, una vez más, desastrosa. Una realidad compleja les conduce a arrojar la toalla. El clima no es “caótico” y, como cualquier otro fenómeno natural, se rige por leyes y, por consecuencia, se pueden hacer modelos y predicciones.
Los modelos son muy interesantes para la ciencia, incluso aunque fracasen, entre otras cosas porque se aprende mucho de los errores, desde luego más que de los aciertos. Lo mismo que un acelerador de partículas o un experimento de laboratorio, un modelo permite observar fenómenos que son imposibles de comprobar sobre el terreno.
Tan erróneo es asegurar que los modelos actuales son un acierto como decir que nunca se va a conseguir diseñar un buen modelo. Que los elaborados hasta ahora hayan fallado no significa que vayan a fallar siempre. Cualquier modelo vale lo que sus premisas y los climáticos no han fracasado sólo porque sus conclusiones no sean exactas, ya que la exactitud no existe, sino porque sus premisas son erróneas.
Ninguna ciencia puede renunciar a hacer predicciones y, por lo tanto, los científicos seguirán construyendo modelos de todo tipo, lo mismo que los millonarios siguen financiando programas informáticos para predecir las cotizaciones futuras de sus acciones en el mercado de valores, que son mucho más sencillas que el clima. De hecho, hoy la mayor parte de las compraventas de acciones las hacen los ordenadores de manera casi automática y cada corredor de bolsa tiene sus propios programas informáticos para hacerlo, lo que se corresponde a otros tantos modelos sobre el funcionamiento del mercado de valores.
Aunque el IPCC deja claro que “la predicción a largo plazo de los estados climáticos futuros no es posible”, los patanes dicen todo lo contrario para apoyar su rídícula seudociencia: “Los modelos permiten hacer proyecciones de cambio climático para los próximos siglos”, dice David Barriopedro, miembro del Instituto de Geociencias, naturalmente para acabar concluyendo que el calentamiento es “imparable” (4).
Como el resto de los humanos, algunos científicos no logran escapar de sus propias ilusiones. No hay nada más tradicional que engañarse a sí mismo.
Si en lugar del clima estuviéramos hablando de las maquetas de naves espaciales que no han superado ninguna de las pruebas a las que les han sometido los ingenieros aeroespaciales, nadie se metería en una de ellas para salir al espacio exterior.
(1)
http://www.sciencemagazinedigital.org/sciencemagazine/28_october_2016?sub_id=rhBdITkIMETR&u1=16468821&folio=401&pg=17#pg17
(2) The Art and Science of Climate Model Tuning, http://journals.ametsoc.org/doi/full/10.1175/BAMS-D-15-00135.1
(3) IPCC Working Group I, The Scientific Basis §14.2.2.2, 2007
(4) https://www.eldiario.es/sociedad/Modelos-climaticos-calentamiento-imparable_0_757324929.html
(2) The Art and Science of Climate Model Tuning, http://journals.ametsoc.org/doi/full/10.1175/BAMS-D-15-00135.1
(3) IPCC Working Group I, The Scientific Basis §14.2.2.2, 2007
(4) https://www.eldiario.es/sociedad/Modelos-climaticos-calentamiento-imparable_0_757324929.html
10/3/19
Feminismo ...burgués.
Copi pega de aquí
La burguesía no ha creado una corriente ‘feminista’ en torno a las mujeres sino a las subvenciones
El feminismo burgués parece tener un tamaño mayor del que en realidad
tiene porque está dopado con subvenciones públicas y privadas, que a lo
largo de los años han ido tejiendo una amplia red clientelar que alcanza
a institutos, fundaciones, observatorios, ONG, que van del ámbito más
general, el europeo, al más local y restringido.
En tiempos de recortes, este año el Instituto de la Mujer ha incrementado su presupuesto en un 25 por ciento, a pesar de que es un organismo absolutamente parasitario y vacío de contenido, que se limita a subcontratar y repartir prebendas entre las principales correas de transmisión de los partidos políticos institucionales y, en especial, del PSOE.
La burguesía no ha creado un movimiento “feminista” en torno a la mujer sino en torno a subvenciones. “Estamos ante los presupuestos más feministas de la historia”, dijo la ministra de Hacienda, María Jesús Montero, cuando el 14 de enero compareció en el Congreso de los Diputados a presentar las cuentas públicas (1).
La ministra aseguró a los medios que se había puesto “las gafas moradas” a la hora de echar cuentas. Es un signo de la modernidad: en todo tiene que aparecer un impacto ecológico y otro “de género”. Una parte del gasto público tiene que revertir en inflar las subvenciones del entramado feminista burgués.
Además, en los presupuestos había un factor coyuntural que no podía dejar de aparecer, la famosa “ultraderecha”, verdadera navaja suiza multiusos. Los presupuestos “feministas” eran “el mejor antídoto contra Vox o contra los populismos que quieren retroceder en materia de género en esta país”, dijo la ministra.
Ambos se necesitan porque se justifican con su espejo: el feminismo burgués define a los “ultras” con relación a sí mismo, y a la inversa. El eje fascista - antifascista se acabará confundiendo con el feminista - machista.
Por supuesto, no es necesario recordar que las subvenciones no son asistenciales, ni sus destinatarios son las mujeres afectadas, maltratadas o emigrantes sino las propias organizaciones “feministas”. El capitalismo todo lo convierte en mercancía y la mujer -los distintos tipos de mujeres- no podían ser una excepción. La burguesía no podía hacer otra cosa más coherente con su clase social que esa: convertir a las mujeres en mercancías.
El pastel es tan grande que para apoderarse de un trozo los partidos institucionales han creado sus propias correas de transmisión “feministas”, aunque no todo se rige sólo por las leyes del mercado. No olvidemos que el problema principal es político, que se trata de abducir la lucha de la mujer trabajadora, sacarla de la lucha de clases.
Para ello hay que presentar el negocio como una “lucha”, especialmente como una lucha por la igualdad. Al mismo tiempo, para que el mercado no se agote, la igualdad es algo que no se puede ni se debe alcanzar nunca. La lucha por la igualdad es como la lucha por justicia, o por la paz, o por la verdad: entelequias inagotables.
Eso mismo le imprime a este movimiento un carácter reivindicativo, que es el terreno fértil del reformismo y el progrerío. Por eso el feminismo burgués lo dirige básicamente el PSOE, que si no tuviera ese asidero tendría muy poco sitio. “El PSOE impulsará una Escuela de Feminismo para formar en igualdad y contra la violencia de género”, titulaba un medio en julio del año pasado (2).
Otro de los proyectos es crear facultades especializadas en estudios “de género” porque la mujer es una fuente temática inagotable. En matemáticas están los grandes ordenadores, en astronomía los grandes telescopios, en física los aceleradores de partículas y en las ciencias humanas las mujeres acaparan buen parte de los fondos de investigación más sustanciosos.
En el entramado “feminista” del PSOE hay algunos organismos clave: la Fundacion Mujeres, la Federación de Mujeres Progresistas, la Asociación de Juristas Themis, la Unión de Asociaciones Familiares (UNAF), la Asociación Española de Mujeres Profesionales de los Medios de Comunicación (AMECO), la Coordinadora Española del Lobby Europeo de Mujeres (CELEM), la Federación Nacional de Asociaciones de Mujeres Separadas y Divorciadas y su Centro de Atención Reinserción y Rehabilitación de Mujeres Maltratadas (CARRMM).
Estos organismos son auténticos “holdings” monopolistas. No sólo obtienen subvenciones, tanto europeas como autóctonas, para sí mismas sino que, a su vez, reparten bocados o migajas a miles de colectivos de mujeres de muy diferente tipo, todas ellas “sin ánimo de lucro”.
A partir de ahí, las asociaciones crean su red clientelar de puestos de trabajo, estudios de campo, casas de acogida, puntos de encuentro, gabinetes psicológicos, despachos de abogados y trabajadores sociales.
Los sueldos tienen muy poca relación con una trabajadora cualquiera. Pero la burguesía no se refiere a eso cuando habla de “brecha salarial”. De media, los institutos de la mujer que están en funcionamiento pagan 50.000 euros anuales de sueldo a sus cargos. Si quieren ver lo que ganan en el Ministerio de Sanidad, Servicios Sociales e Igualdad, echen un vistazo a este enlace (3).
La consecuencia es que el PSOE recauda más votos femeninos que masculinos, que es de lo que se trata. Ahora bien, cuando la votante se define como “feminista”, su elección va un poco más allá, hacia Podemos e Izquierda Unida.
En tiempos de recortes, este año el Instituto de la Mujer ha incrementado su presupuesto en un 25 por ciento, a pesar de que es un organismo absolutamente parasitario y vacío de contenido, que se limita a subcontratar y repartir prebendas entre las principales correas de transmisión de los partidos políticos institucionales y, en especial, del PSOE.
La burguesía no ha creado un movimiento “feminista” en torno a la mujer sino en torno a subvenciones. “Estamos ante los presupuestos más feministas de la historia”, dijo la ministra de Hacienda, María Jesús Montero, cuando el 14 de enero compareció en el Congreso de los Diputados a presentar las cuentas públicas (1).
La ministra aseguró a los medios que se había puesto “las gafas moradas” a la hora de echar cuentas. Es un signo de la modernidad: en todo tiene que aparecer un impacto ecológico y otro “de género”. Una parte del gasto público tiene que revertir en inflar las subvenciones del entramado feminista burgués.
Además, en los presupuestos había un factor coyuntural que no podía dejar de aparecer, la famosa “ultraderecha”, verdadera navaja suiza multiusos. Los presupuestos “feministas” eran “el mejor antídoto contra Vox o contra los populismos que quieren retroceder en materia de género en esta país”, dijo la ministra.
Ambos se necesitan porque se justifican con su espejo: el feminismo burgués define a los “ultras” con relación a sí mismo, y a la inversa. El eje fascista - antifascista se acabará confundiendo con el feminista - machista.
Por supuesto, no es necesario recordar que las subvenciones no son asistenciales, ni sus destinatarios son las mujeres afectadas, maltratadas o emigrantes sino las propias organizaciones “feministas”. El capitalismo todo lo convierte en mercancía y la mujer -los distintos tipos de mujeres- no podían ser una excepción. La burguesía no podía hacer otra cosa más coherente con su clase social que esa: convertir a las mujeres en mercancías.
El pastel es tan grande que para apoderarse de un trozo los partidos institucionales han creado sus propias correas de transmisión “feministas”, aunque no todo se rige sólo por las leyes del mercado. No olvidemos que el problema principal es político, que se trata de abducir la lucha de la mujer trabajadora, sacarla de la lucha de clases.
Para ello hay que presentar el negocio como una “lucha”, especialmente como una lucha por la igualdad. Al mismo tiempo, para que el mercado no se agote, la igualdad es algo que no se puede ni se debe alcanzar nunca. La lucha por la igualdad es como la lucha por justicia, o por la paz, o por la verdad: entelequias inagotables.
Eso mismo le imprime a este movimiento un carácter reivindicativo, que es el terreno fértil del reformismo y el progrerío. Por eso el feminismo burgués lo dirige básicamente el PSOE, que si no tuviera ese asidero tendría muy poco sitio. “El PSOE impulsará una Escuela de Feminismo para formar en igualdad y contra la violencia de género”, titulaba un medio en julio del año pasado (2).
Otro de los proyectos es crear facultades especializadas en estudios “de género” porque la mujer es una fuente temática inagotable. En matemáticas están los grandes ordenadores, en astronomía los grandes telescopios, en física los aceleradores de partículas y en las ciencias humanas las mujeres acaparan buen parte de los fondos de investigación más sustanciosos.
En el entramado “feminista” del PSOE hay algunos organismos clave: la Fundacion Mujeres, la Federación de Mujeres Progresistas, la Asociación de Juristas Themis, la Unión de Asociaciones Familiares (UNAF), la Asociación Española de Mujeres Profesionales de los Medios de Comunicación (AMECO), la Coordinadora Española del Lobby Europeo de Mujeres (CELEM), la Federación Nacional de Asociaciones de Mujeres Separadas y Divorciadas y su Centro de Atención Reinserción y Rehabilitación de Mujeres Maltratadas (CARRMM).
Estos organismos son auténticos “holdings” monopolistas. No sólo obtienen subvenciones, tanto europeas como autóctonas, para sí mismas sino que, a su vez, reparten bocados o migajas a miles de colectivos de mujeres de muy diferente tipo, todas ellas “sin ánimo de lucro”.
A partir de ahí, las asociaciones crean su red clientelar de puestos de trabajo, estudios de campo, casas de acogida, puntos de encuentro, gabinetes psicológicos, despachos de abogados y trabajadores sociales.
Los sueldos tienen muy poca relación con una trabajadora cualquiera. Pero la burguesía no se refiere a eso cuando habla de “brecha salarial”. De media, los institutos de la mujer que están en funcionamiento pagan 50.000 euros anuales de sueldo a sus cargos. Si quieren ver lo que ganan en el Ministerio de Sanidad, Servicios Sociales e Igualdad, echen un vistazo a este enlace (3).
La consecuencia es que el PSOE recauda más votos femeninos que masculinos, que es de lo que se trata. Ahora bien, cuando la votante se define como “feminista”, su elección va un poco más allá, hacia Podemos e Izquierda Unida.
El reformismo se quedaría vacío de contenido sin el “feminismo” burgués que llena sus alforjas.
(1) https://www.lavanguardia.com/economia/20190115/454145749312/presupuestos-2019-feminismo-vox-politicas-genero-montero-sanchez.html
(2) https://www.20minutos.es/noticia/3394686/0/psoe-impulsara-escuela-feminismo-para-formar-igualdad-contra-violencia-genero/
(3) http://transparencia.gob.es/servicios-buscador/contenido/retribuciones.htm?id=RET_anyo_2016_E04921901&lang=es&fcAct=2017-02-17T07%3A28%3A46.943Z
(1) https://www.lavanguardia.com/economia/20190115/454145749312/presupuestos-2019-feminismo-vox-politicas-genero-montero-sanchez.html
(2) https://www.20minutos.es/noticia/3394686/0/psoe-impulsara-escuela-feminismo-para-formar-igualdad-contra-violencia-genero/
(3) http://transparencia.gob.es/servicios-buscador/contenido/retribuciones.htm?id=RET_anyo_2016_E04921901&lang=es&fcAct=2017-02-17T07%3A28%3A46.943Z
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