La revista The Economist suele exhibir portadas bastante curiosas, que pasado el tiempo dejan claro que o bien sus dibujantes gozan de una perspicacia inaudita a la hora de prever el futuro inmediato, o poseen dotes de videncia, o disponen de un poco más de información que el resto de los mortales que no se sabe si muestran como advertencia, burla o normalización.
Si analizamos esta portada, podemos observar que el reloj está a punto de marcar la media noche, que es como se definía durante la guerra fría la guerra mundial que era tanto como decir el fin del mundo (tal como lo conocemos).
Tenemos varios cuadros que podrían representar:
El envenenamiento, desaparición de gran parte de la producción de carne de cerdo y por tanto de la proteína asequible en occidente.
Erupción de volcanes, como ya predije en otro post anterior, para mediados de octubre.
Llegada de un cuerpo celeste, igualmente ya comentado aquí; el planeta X
Llamaradas solares o radiación anormal llegada del sol, también comentadas.
Una explosión atómica, que puede señalar un conflicto nuclear, que no creo que se produzca a gran escala, quizás Israel utilice una bomba atómica contra algún país.
Por supuesto un cuadro dedicado al innombrable protagonista de nuestros días.
Y lo que parece ser un hombre en una isla desierta, para reflejar el aislamiento humano al que seremos sometidos, a la vez que la despoblación inminente del planeta.
Bajo los cuadros, una familia con máscaras; hasta el gato, nunca mejor dicho, y un niño sin máscara pero con casco, quizás porque él sea el objetivo de la guerra que empezamos a librar y de la que muy pocos son conscientes.