Llevaba años escondiendo su rostro porque tenía mucho que ocultar. Pero ahora le han cazado. Es Antonio González Pacheco, ‘Billy El Niño’, policía y uno de los torturadores más sanguinarios del franquismo y luego de la transición.
La última vez que un fotógrafo lo tuvo a tiro -de su cámara, se entiende- fue en 1979.
Este torturador nació el 6 de octubre de 1946 en la localidad
cacereña de Aldea del Cano y está casado con María Puerto Márquez Ramos,
de 55 años. Del matrimonio han nacido dos hijas: Teresa María González
Márquez, juez titular del juzgado de instrucción número 8 de Gavá
en Barcelona y de Silvia María González
Márquez, también licenciada en Derecho.
Como ven, los cargos franquistas pasan de generación en generación. La
policía franquista no sólo se sucedió a sí misma, sino en el aparato
judicial. El año pasado la jueza de la Audiencia Nacional que le tomó
declaración a Billy a petición de Argentina no fue otra que Concepción
Espejel, alias ‘Conchi’ para su amiga Cospedal, la compañera de pupitre
que estudió Derecho con Rajoy, la del PP, la misma que quiere intervenir
en el caso Gurtel a toda costa... Son siempre los mismos, antes y
ahora.
El torturador está
en busca y captura internacional, ya que España sigue siendo, como
siempre, el paraíso de la impunidad. La orden la ha tenido que dar la
jueza argentina María Servini de Cubrín.
No fue un torturador del franquismo exclusivamente, como quieren
aparentar ahora, sino también de la transición ya que permaneció en
activo en la policía hasta 1984, cuando le contrataron como jefe de
seguridad de la antigua fábrica de Barreiros en Villaverde, un barrio
obrero de Madrid.
En 1996 fundó la empresa ‘Spas Consultores’, radicada en su
domicilio particular. Es una empresa de ‘servicios de prevención de
atentados y secuestros’ que fundó con otro sujeto parecido a él mismo: su antiguo jefe y comisario de policía Jesús
Martínez Torres. Ambos participaron activamente en la guerra sucia contra el movimiento antifascista.
Para los fascistas Billy es un héroe. En julio de 1979, días antes de que tuviera que declarar como testigo por
los asesinatos de Atocha, un centenar de policías le arroparon con una
cena de homenaje.
En junio de 1977 el ministro de Gobernación (Interior), Rodolfo Martín Villa, le
otorgó la Medalla al Mérito Policial con distintivo
blanco. La transición le ascendió y le aseguró una jubilación tranquila.
Más sobre este psicópata asesino: Enlace.
Como tantos otros sicarios ha sido premiado por sus servicios y ha dejado a su podrida descendencia situada en el sistema para que continúen su labor.