12/6/17

Maestros vícitmas del fascismo.

El siguiente copi-pega, no pretendo que sea una defensa de la república ni mucho menos del sistema estatal de enseñanza. Solo es un recuerdo a aquellos asesinados en nombre de la incultura; la propia y la que se pretende imponer a un pueblo, sabiendo que estando la cultura popular destruida  y siendo este analfabeto, es más fácil de dominar.







Llamaron a la puerta de la casa y su madre, la noche ya encima, le rogó que no abriese la puerta. Se lo llevaron. De camino a la sierra de la Ferradura, los falangistas pararon en una taberna a abrevar y a él, mientras, lo amarraron a una argolla. Monte arriba, cabalgaron sobre su lomo. Al llegar a la cima, “le cortaron los testículos, se los metieron en la boca, le cortaron la lengua y le quitaron los ojos… Y todo eso vivo, claro”. Luego lo molieron a palos y abrieron fuego. “Eran tiros de escopeta, porque la cabeza estaba desfigurada”. Muerte de un maestro. Primero de septiembre de 1937.

“Es Arximiro, criatura única y ser colectivo, nombre gentilicio de todos los maestros escarnecidos y asesinados por la réplica fascista de Atila, que martirizó a la Galiza republicana entera”, escribe Xosé Manuel Beiras en uno de los prólogos de Maestros de la República, de María Antonia Iglesias. La periodista alumbró esta antología de mártires de la enseñanza, santos laicos a los que ningún cura rezó, tras descubrir el trágico fin de un hombre hecho a sí mismo y deshecho por otros. Lo leyó en Arximiro Rico, luz dos humildes, escrito a dos manos por Narciso de Gabriel y Xosé Manuel Sarille, quienes rescataron su figura del silencio.

“Escuché hablar de él desde pequeño, así como de su horrible muerte. Cuando iba a casa de mis padrinos, que vivían en Pol, por las noches contaban historias. Una versaba sobre una buena persona que no le había hecho nada malo a nadie. Mi padrino lamentaba aquel asesinato y se sorprendía por la carnicería. La narración fue tan contundente que siempre ha permanecido en mi memoria”, explica a Público De Gabriel, decano de la Facultad de Ciencias de la Educación de A Coruña. La descripción del macabro ritual se la escuchó a Manuel Sarille, socialista represaliado y padre de Xosé Manuel, quien dedicó su vida a investigar el terror sembrado en Montecubeiro durante la Guerra Civil.

Aunque nada podría explicar el ensañamiento, la parroquia de Castroverde fue escenario de un luctuoso suceso que contextualiza el crimen. Un año después del golpe de 1936, dos guardias civiles a la caza de varios fugados fallecen en un tiroteo, lo que desata una feroz represión en este municipio del interior de Lugo. Una lista pone en el punto de mira a 65 inocentes, de los cuales quince son asesinados. Arximiro Rico da clases en una aldea de Baleira, un ayuntamiento vecino, si bien frecuenta la zona y tiene amistades con republicanos del lugar. Su cadáver fue abandonado en el límite entre ambos municipios. “Lo dejaron tirado en el monte para extender la sensación de terror”, explica a Público Sarille, profesor de Historia jubilado.

Era un maestro ilustrado de origen humilde, aunque también un hombre que echaba una mano a sus vecinos: curaba a personas y animales, daba consejos sobre cultivos y repoblaciones forestales, enseñaba las cuatro reglas a niños y formaba a escolantes… “Pasaba por rojo, pero era un republicano centrista seguidor de Manuel Portela Valladares, quien estaba a la derecha de la Izquierda Republicana de Azaña”, matiza Sarille. Tampoco era un ateo, sino un creyente que había desterrado el crucifijo del aula. No daba clases de religión, mas regalaba catecismos a sus pupilos para que los leyesen en sus casas.

Sin embargo, Arximiro encarnaba el progreso. “Hizo una labor sociocultural que trascendía los muros de la propia escuela: creó un coro, un grupo de teatro, una biblioteca circulante… Elementos importantes para un lugar como aquel, muy aislado de los núcleos grandes de población”, afirma Narciso de Gabriel, quien lo describe como “el maestro total”. De hecho, cuando le llegó la muerte, estudiaba Medicina, al tiempo que daba clases mañana, tarde y noche, pues preparaba a bachilleres y a maestros por libre. “Mataron, pues, la esperanza de un futuro mejor para la gente del común”.


¿Por qué lincharon a un hombre bueno? Quizás la respuesta ya haya sido dada. “Ellos pretendían, además de vengarse de un enemigo político, matar esa antorcha de luz y cultura”, asegura el decano coruñés. Cuando dice ellos, se refiere a los poderes fácticos: el cura y, por extensión, el obispado de Lugo; los caciques, agazapados hasta que prendió la mecha de Franco; y los falangistas, una panda de analfabetos de la zona, quienes hicieron valer la fuerza sobre la razón. “Era evidente que la difusión de la cultura contribuía a erosionar esos liderazgos tradicionales”, le explicó De Gabriel a María Antonia Iglesias, quien también habló con su alumno Antón Arias: “Yo creo que si matan a mi padre no lo siento tanto…”.

José María Maravall, en el prólogo de Maestros de la República, señala que detrás del asesinato subyace una campaña sistemática para laminar la política educativa y cultural de Azaña. “Las razones de las ejecuciones eran erradicar el espíritu de la República encarnado en los maestros y en la educación; provocar un miedo generalizado. Esas razones fueron reforzadas por las venganzas”. Porque en la ejecución de Arximiro también hubo motivos personales: además de que los verdugos eran vecinos, y no esbirros llegados de otros lares, él había tenido roces con el cura de San Martín, cuyo hermano era un abogado falangista de tomo y lomo que llegó a ser alcalde de Lugo.

“El cura observa cómo en la escuela aparece un foco de luz que irradia sobre las gentes, funde las tinieblas, despierta las conciencias y hace desaparecer la ignorancia”, escribe Sarille. Arximiro, de algún modo, se convirtió en uno de los nuevos líderes locales que habían desplazado a los estamentos tradicionales. Sin embargo, “ante ellos tenían un clero ultramontano, una jerarquía que creía poseer la verdad absoluta y trataba, en consecuencia y naturalmente, de imponerla”. Así, fue expulsado de la escuela y sustituido por una maestra adepta al franquismo. Recurrió y la autoridad competente terminó dándole la razón, una humillación para sus detractores y un motivo más para llevárselo por delante.

Así, cuando llegó el comunicado oficial que le permitiría reincorporarse a su puesto, ya había sido asesinado. “En el rural gallego, durante la Segunda República había comenzado un proceso de sustitución de notables. Frente a caciques y sacerdotes, brotaron nuevas figuras, como los maestros. Desde ese momento, el enfrentamiento está dado porque él le segó al antiguo régimen la hierba bajo los pies. Y de ahí el odio”, analiza Sarille. “Cuando los liderazgos tradicionales y brutales tuvieron oportunidad de tomarse la revancha, no ahorraron en medios ni en formas”, concluye De Gabriel.

Arximiro, pese a que era consciente de que la guadaña falangista campaba por Montecubeiro, se confió y volvió a casa. O, lo que es lo mismo, a su escuela, aunque no llegó a poner un pie en ella. La última vez que su hermano Gumersindo lo vio, el maestro le dijo: “Me sentenciaron a muerte por haber enseñado a leer a una aldea”.


8 comentarios:

  1. Acabo de leer tus dos últimos posts y estoy consternada. La terrible tortura y asesinato del maestro Arximiro la conocía con anterioridad y no por conocer la historia es menos terrible volver a leerla, pero peor aún es saber que aquellos torturadores siguen impunes y vivos para perpetrar más atentados. No los verdaderos sádicos que mataron a Arximiro, claro, porque el paso del tiempo afecta a los mortales, pero sigue habiendo quienes emplean todo su poder devastador para llegar incluso a asesinar si con ello consiguen lo que quieren. Y, en esto, está reflejada la chusca historia de los "anarquistas terroristas" de la operación Pandora, que sirve para remojar la barba de los vecinos que se han hartado de ser borregos. Saludos, Piedra.

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    1. Sus asesinos habrán muerto, si, pero quizás de viejos y en su cama, como tantas otras veces. Y quizás hayan sido el referente de otros tantos que soñaron en igualar su hazaña (o lo hicieron), quizás en el cuartelillo, quizás en la comisaría.

      Lo de el montaje policial, solo refleja que ese odio y esos discípulos existen aun y quizás que temen las represalias de aquellos que tienen motivos sobrados para querer ajustar cuentas, no por el pasado, sino por lo que aun hoy hacen.

      Un saludo.

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  2. Siempre que leo atrocidades como esta (y desgraciadamente son muchas), me viene a la mente León Felipe: "...ahora que la justicia vale menos, infinitamente menos que el orín de los perros; ahora que la justicia tiene menos, infinitamente menos categoría que el estiércol..."

    Tanto el conocimiento como quienes lo imparten, han sido siempre blanco de la ira furibunda del poder, y este país más aún.

    De nuevo León Felipe:

    (…)
    ¿Por qué qué habéis dicho todos
    que en España hay dos bandos,
    si aquí no hay más que polvo?
    En España no hay bandos,
    en esta tierra no hay bandos,
    en esta tierra maldita no hay bandos.
    No hay más que una hacha amarilla
    que ha afilado el rencor.
    Un hacha que cae siempre,
    siempre,
    siempre,
    implacable y sin descanso
    sobre cualquier humilde ligazón;
    sobre dos plegarias que se funden,
    sobre dos herramientas que se enlazan,
    sobre dos manos que se estrchan.
    La consigna es el corte,
    el corte,
    el corte,
    el corte hasta llegar al polvo,
    hasta llegar al átomo.
    Aquí no hay bandos,
    aquí no hay bandos,
    ni rojos
    ni blancos
    ni egregios
    ni plebeyos…
    Aquí no hay más que átomos,
    átomos que se muerden
    (…)
    ¡Qué viejo veneno lleva el río
    y el viento,
    y el pan de tu meseta,
    que emponzoña la sangre,
    alimenta la envidia,
    da ley al fratricidio
    y asesina el honor y la esperanza!
    (…)

    Como dice Juli Gan en su comentario, aquí siguen, impunes y al mando, los portadores del hacha.

    Salud!

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    1. Demasiados poetas cantando a la barbarie, pero parece que solo han conseguido terminar con los poetas.

      Salud! Y gracias por el poema.

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  3. Efectivamente. Para dominar a un pueblo demos dominar su cultura, imponer las nuevas leyes, borrarles el pasado y quitar la ilusión por el futuro. "No Future". En aquellos timpos eran curas contra maestros. Ahora ya solo queda la tele y youtuve.
    Salud!

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    1. Ahora hay curas sin sotana y sigue habiendo gente sin futuro, aunque se necesita que sepan leer y escribir para poder producir, no necesitan mucho más y no se permite tampoco, entre otras formas con, como dices la tele.

      Salud!

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  4. Han pasado ochenta años y ni un gramo de justicia para esta y tantas otras cientos de miles de víctimas del fascismo. Siguen los mismos saqueando y amordazando el país.
    Salud!

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    1. Por eso de que siguen los mismos y sus herederos, que no puede haber justicia.

      Salud!

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