A. Gironés Muriel.
Adjunto al Servicio de Anestesia del Hospital Sanitas La Moraleja.
P. Serrano Marcos
DUE Servicio Quirúrgico del Hospital Sanitas La Moraleja.
Artículo Original: Use of face masks by non-scrubbed operating room staff: a randomized controlled trial Webster J. Et al. ANZ J Surg 2010 Mar; 80 (3) (PubMed)
Muchas veces nos han comunicado de manera furibunda la imposición de ponerse la mascarilla facial al entrar en un quirófano por parte de algún cirujano, preocupado por la posible tasa de infección que tiene en sus pacientes.
Sin entrar en discusiones bizantinas, es bueno pararse a pensar en la evidencia encontrada para dicha afirmación. Aparte de encontrar múltiples recomendaciones y protocolos que obligan a ponerse la mascarilla facial al entrar en quirófano, convirtiéndose en un ritual asimilado por todos, sorprendentemente no existen muchos estudios con un nivel adecuado que sostengan tal afirmación.
Debemos pensar que las barreras de protección son un método sencillo y barato de disminuir al máximo la tasa de infección postoperatoria y, por tal motivo, los autores no van a ser unos reaccionarios en este tema. Sin embargo, no está de más hacer una revisión crítica sobre la cuestión a través del método empírico y los niveles de evidencia que tan buenos resultados ha dado a nuestra profesión.
La Cochrane se hizo eco de tal asunto con un metaanálisis sobre la implicación de la mascarilla facial en la infección postquirúrgica durante la llamada cirugía limpia, publicado en 2.002. Exponemos aquí alguna de sus conclusiones.
Disposable surgical face mask for preventing surgical wound infection in clean surgery. Lipp A , Edwards P. Cochrane database syst rev 2.002 (PubMed) (Cochrane web)
- Existen pruebas insuficientes que apoyen el uso de las mascarillas desechables para prevenir el uso de la mascarilla facial en la cirugía limpia.
- El diseño de las mascarillas actuales puede, según autores, incrementar la contaminación postquirúrgica, ya sea por el efecto de“ escape lateral“, por efecto“ mecha“ o capilaridad, (wicking) o por efecto serpenteo (wiggling), al descamar la mascarilla la cara del usuario por fricción y dispersar dichas escamas por el quirófano.
- Sólo se encontraron 2 estudios aleatorizados controlados para la revisión de los 13 estudiados. De ellos, 1 fue abandonado por la aparición de infecciones postquirúrgicas que no podían deberse al personal presente en la intervención.
- Existen sesgos potenciales y limitaciones de diseño en todos los estudios recogidos.
- Por ello, la conclusión de los autores es que, por resultados limitados, no pueden afirmar que el uso de mascarillas faciales causa daño o beneficio al paciente sometido a cirugía limpia.
Pero, aparte de este metaanálisis realizado por la Cochrane, existen bastantes evidencias que van en contra de este ritual tan familiar consistente en colocarse la mascarilla facial para entrar en un quirófano. Ya en el siglo pasado, editoriales como el de The Journal of Bone and Joint Surgery por S.P.F Hughes afirmaban contundentemente que no existían evidencias que sugiriesen que colocarse la mascarilla facial fuera del área de operación supusiera un beneficio[1]. En la revista Journal Hospital Infections de 1.991, Mitchell N.J y col. lo afirmaron con más vehemencia[2]. Pero, por más actual, nos llama la atención un artículo de 2.010 aleatorizado que tiene la misma opinión, realizado por compañeros no médicos (enfermeros) con una calidad de diseño que muchas veces echamos en falta en los estudios diseñados por colegas médicos.
Use of jace mask by no-scrubbed operating room staff; a randomized controlled trial. Por Webster J y colaboradores publicado en el ANZ Journal of Surgery 80 (3).
Un estudio de un nivel más que aceptable, con una puntuación de 3 en la escala Jadad, con una aleatorización, descripción de seguimientos y pérdidas a nuestro entender correcto. Prospectivamente siguieron a 827 pacientes destinados a operarse distribuidos aleatoriamente en 2 quirófanos. Uno, donde todo el personal llevaba puesta la mascarilla facial, y otro en la que sólo la llevaba el personal“ estéril“. Se controlaron y anotaron múltiples factores que pudiesen interferir en la aparición de la infección: estado físico del paciente, tiempo de cirugía, clasificación de la herida, índice de masa corporal, historia de infección previa, profilaxis antibiótica, tipo de cirugía, número de personas en quirófano, presencia de hábitos tóxicos. Siguieron a los pacientes aproximadamente 1 mes para confirmar la presencia o no de infección en la herida quirúrgica, mediante una nominalización y clasificación, también correcta.
El tipo de cirugía fue variado, aunque el 81% fue de tipo CMA.
Datos obtenidos
El 10,2% de los pacientes tuvieron infección. El 11,5% en el grupo con mascarilla facial y 9,5% en el grupo sin mascarilla. Una diferencia no estadísticamente significativa con un OR de 0,77 (CI 95% 0,49-1,21 con p=0,15). Sólo en el 31% de las infecciones fue identificado el agente patógeno (principalmente stafilococo aureus).
Con una regresión logística concluyeron que los factores implicados en la infección de la herida quirúrgica fueron:
1.- La presencia de hospitalización.
2.- Un alto índice de masa corporal (IMC)
3.- Tener antecedentes de infección de la herida quirúrgica.
Conclusión
Este y otros artículos al respecto nos llevan a ser cautos al respecto. A nuestro entender los datos sugieren que el uso de la mascarilla es mucho menos importante de lo que la gente cree a simple vista… pudiendo ser innecesario su uso fuera del campo quirúrgico.
Pero eso no quita para usarla siempre en contextos de alta probabilidad de infección o en situaciones en las que el sentido común pueda primar por encima de estos datos estadísticos.
Una cosa es la verdad estadística y otra la verdad clínica, si bien, la primera es una buena manera de encontrar la segunda.
Bibliografia
[1]SPF Hughes et al. Infection in the operating room (editorial) Journal of Bone an Joint Surgery 1.999 (PubMed) (pdf)
[2] Mitchell NJ et al. Surgical face mask in modern operating rooms: a costly and unnecessary ritual?. J.Hospital Infecc 1.991; 18. 811-3 (PubMed)